Lledó: Alcalde busca niños desesperadamente | Sociedad | EL PAÍS

Alcalde busca niños desesperadamente | Sociedad | EL PAÍS.

Decenas de pequeños municipios intentan atraer a nuevos habitantes con puestos de trabajo o viviendas a bajo precio ante la amenaza de cierre de las escuelas rurales y el despoblamiento

La alcaldesa María José Vallés, junto a Noelia Duce y Fernando Lorente. / Josep Lluis Sellart

“No hay nada que hacer, nos cierran la escuela”, le anunció hace un año la profesora a María José Vallés, la alcaldesa de Lledó, un pueblo turolense de 180 habitantes. Ya había aguantado con solo tres niños dos años, pero para el curso 2012-2013, la ratio aumentaba ineludiblemente a cinco alumnos. Desde ese día comenzó la lucha personal de esta regidora socialista, que se convirtió en casi una obsesión, para conseguir que no se cerrara el colegio. Tenía que encontrar niños que ocuparan un pupitre el curso siguiente. Así que puso un anuncio en Internet, llamó a la televisión autonómica, repitió su problema allá donde pudo. “Necesitamos urgentemente una familia con dos o más niños. Ofrecemos trabajo y una vivienda con alquiler accesible”, rezaba el reclamo. Cientos de personas acudieron a su llamada. Lledó consiguió dos nuevas familias con seis niños. Y la escuela se salvó.

Decenas de pueblos en toda España han recurrido a esta misma fórmula para evitar la muerte a la que están abocados cuando las aulas de una pequeña población se cierran. Los nombres varían, el problema es el mismo: Abejar (Soria), Arganza (León), Peñas de San Pedro (Albacete), Puente de Vadillos (Cuenca) o Castelnou (Teruel) son algunos de los municipios que componen la red de los que han dicho “no” al despoblamiento y pujan con sus ofertas por atraer a una nueva generación de vecinos.

Lledó pudo ofrecer trabajo gracias a un empresario local. “Me dijo: ‘Lo que haga falta, María José”, relata hoy la alcaldesa. La mayoría de las localidades utilizan como reclamo las casas gratis o con un alquiler simbólico, ciertas ayudas económicas o la supresión de impuestos municipales.

Aunque no es una práctica nueva, los recortes presupuestarios que amenazan a los centros rurales han despabilado a muchos pueblos que creen que la clausura de sus escuelas es el paso previo a la muerte. “Me costó lloros de impotencia, porque si a un pueblo le quitas la escuela, le estás cortando el futuro”, asegura Vallés, regidora desde 2011. Es difícil imaginar abatida a esta mujer en la cuarentena a la que las palabras le nacen firmes y que se cargó a los hombros la salvación del colegio.

El matrimonio zaragozano compuesto por Noelia Duce y Fernando Lorente marcaron el móvil que la alcaldesa hizo público en televisión y ahora parece que son del pueblo de toda la vida. Sonrientes y relajados cuentan su experiencia mientras de refilón miran a Susana, de cuatro años, que juega con los otros pequeños en el parque infantil. Sus gritos son los únicos que retumban entre los recios muros de piedra a la hora de la siesta en el pueblo. En un principio no eran los candidatos idóneos porque solo tenían una hija, pero cuando visitaron la frondosa comarca del Matarraña, conocida como la Toscana española por su paisaje similar con el de la región italiana, de la que Lorente se acordaba por algunas excursiones de su infancia, decidieron que se mudarían les dieran o no trabajo. “Pensábamos coger el paro y emprender aquí”, explican. Finalmente no fue necesario, porque el empresario del matadero ofreció un segundo puesto de trabajo a la alcaldesa. El matrimonio muestra orgulloso un marco con tres fotos en una mesilla de su nueva y espaciosa casa: son las del día de su boda celebrada hace un mes en Lledó. Una ceremonia sencilla, sin vestido de novia, la primera que oficia Vallés desde que es regidora.

Este sistema de repoblación de urgencia no siempre cuaja y a veces las familias se acaban yendo al poco de llegar o cuando se acaba el incentivo. Duce advierte a los que se planteen una vuelta a la naturaleza que “hay que saber diferenciar entre la vida de un pueblo en verano y los 365 días del año”. Alija del Infantado (León), de 798 habitantes, se lanzó a esta experiencia el año pasado para intentar rebajar la media de edad del municipio, aunque su situación no es crítica porque el colegio tiene 28 niños. Sin embargo, quiere tomar medidas antes de que sea demasiado tarde. “La escuela es lo que nos da vida, da gusto ver a los niños por ahí corriendo”, reconoce Victoriano Villar, teniente de alcalde. Siguen ofreciendo a los nuevos pobladores vivienda gratis, tierras para labrar y hacerse cargo de la serrería de la zona, que ahora está cerrada. Además, a los que tengan más de cinco hijos les regalan 300 euros nada más llegar. En cuanto lanzaron su oferta, se instalaron cinco familias, pero cuatro ya se han marchado porque no han encontrado un puesto en el que quieran trabajar y la otra está a punto de irse. Esto mismo lleva viviendo Rioseco (Soria), de 150 habitantes, desde hace más de veinte años, los que llevan acogiendo familias a cambio de empleo en las empresas de la zona. La última llegó hace cuatro años; viven en una casa municipal, el padre es pastor y uno de los hijos trabaja en la empresa de construcción de la zona.

Estos pequeños núcleos se resisten a la desaparición, a ver cómo las calles en las que crecieron se vacían. Son las principales víctimas de la bajada de natalidad en España, que ha vuelto a ser negativa por cuarto año consecutivo. Hoy nacen 60.000 niños al año menos que en 2008.

Casa, trabajo y cheque bebé

  • Alija del Infantado (León).798 habitantes. Ofrece vivienda gratis, tierra para cultivar y trabajo en una serrería para una familias con más de hijos en edad escolar (y 300 euros a la llegada si tienen más de cinco hijos).
  • Abejar (Soria). 367 habitantes. Ofrece vivienda gratis a familias con niños a condición de permanecer al menos un año.
  • Peñas de San Pedro (Albacete). 1.360 habitantes. Ofrece trabajos eventuales en el Ayuntamiento a los vecinos del pueblo que emigraron y quieran volver. Da 3.000 euros de cheque-bebé a las mujeres del pueblo.
  • Orrios (Teruel). 152 habitantes. Proporciona una vivienda por un alquiler de 120 euros a las familias que se trasladen a la localidad con dos o más hijos.

En Galicia, una de las comunidades más afectadas por el despoblamiento, surgió en septiembre una localidad peleona: Vilariño de Conso (Ourense), de 600 habitantes. En menos de dos meses, el tesón de sus vecinos hizo que se trasladaran a la aldea decenas de familias de Madrid, Barcelona o Teruel atraídas por los bajos alquileres del municipio y dispuestas a trabajar en el campo, el principal medio de vida de los habitantes de esta zona. Pasaron de 13 a 33 niños menores de 11 años.

Aunque muchos de estos capítulos acaban bien, la historia está lejos de un final feliz. José Andrés García, presidente de la Red Estatal de Desarrollo Rural, opina que la llegada de nuevas familias es algo “positivo”, pero se trata de un parche a una situación estructural de la falta de actividad económica en el medio rural. “Si se genera empleo en los pueblos, veremos volver a correr a los niños por sus calles”, asegura.

La pequeña Susana recorre con su triciclo las sinuosas calles de Lledó ajena a todo esto. Solo piensa que en dos días acaba el curso en la escuela que, sin querer, ha contribuido a salvar con su llegada.

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