LAS LENGUAS DE ARAGÓN EN EL SIGLO XVI SEGÚN EL ARZOBISPO HERNANDO. Guillermo TOMÁS FACI.

Source: La Historia de Aragón contada por Petronila | Facebook

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LAS LENGUAS DE ARAGÓN EN EL SIGLO XVI SEGÚN EL ARZOBISPO HERNANDO. Guillermo TOMÁS FACI.
Hernando de Aragón y Gurrea (1498-1575) nieto del rey Fernando el Católico, arzobispo de Zaragoza desde 1539 y virrey de Aragón desde 1566; incluyó en su inédita Historia de Aragón una esquemática descripción de la situación idiomática del reino en aquel momento. Las apreciaciones metalingüísticas de don Hernando se alejan de las interesadas tergiversaciones de la mayoría de los testimonios coetáneos para ajustarse bastante a la realidad:…. “describió la existencia de numerosas lenguas en Aragón y su entorno inmediato (aragonés, catalán, castellano, gascón, vascuence), señaló la presencia de un área catalanófona en las comarcas orientales, distinguió nítidamente el aragonés del castellano y percibió el proceso de castellanización del valle del Ebro.
La historia se contaba entre las principales inquietudes intelectuales del arzobispo. Su poder político y eclesiástico le facilitó el acceso a la información, por ejemplo, sabemos que envió a varios servidores a instituciones situadas en lugares remotos del reino (San Pedro de Siresa o San Victorián de Asán) con la finalidad de explorar sus archivos. La precisión de algunos de los detalles que recogió sobre las lenguas de Aragón hace pensar que en este campo también contaba con datos de primera mano. Alude a cinco lenguas diferentes que se hablaban en Aragón o su entorno inmediato: “vascuence, occitano gascón, catalán, castellano y aragonés”. Salvo las dos primeras, de todas se dice que eran utilizadas dentro del reino. Además, se menciona la existencia de algunos dialectos derivados de la mezcla de esos idiomas. El arzobispo habla del euskera para demostrar la nítida distinción étnica entre los pueblos vascón y aragonés, el bazcongado o vizcaíno era el idioma propio de los territorios de Navarra, Vizcaya —(en alusión a las tres provincias vascas de la Corona de Castilla y la Tierra de Vascos; la zona de habla vasca al norte del Pirineo)—, y su límite oriental estaba definido por el río Aragón. Así, el idioma propio de Sangüesa era el euskera, mientras que el de Sos era el aragonés; este romance también se empleaba en otras localidades navarras emplazadas en la margen oriental de ese curso fluvial, como era el caso de Tudela.
Sobre el gascón simplemente indicó que se hablaba en las tierras gasconas colindantes; el occitano se empleaba también en los tratos transfronterizos, quizás porque se era consciente de que en algunos lugares (Jaca, Canfranc)era o había sido en el pasado el idioma más extendido.
Respecto al catalán,el razonamiento del arzobispo era el siguiente:“nadie en Cataluña hablaba aragonés, frente a la ausencia de locutores de aragonés en Cataluña, el idioma catalán ,también llamado lemosín propio de Cataluña y Valencia había penetrado en una extensa zona de Aragón que se precisa: Monzón y su tierra, Fraga, Fabara, Maella, Torre del Compte,La Fresneda, Valderrobres, Beceite, Fuentespalda, Monroyo, Aguaviva y algunos pueblos turolenses colindantes con Valencia”.
Ribagorza, se dejó fuera para incluirla íntegramente en el dominio aragonés; y en los pueblos fronterizos de la Comunidad de Teruel —(que no se citan, lo cual es significativo)— el idioma vecino debía de usarse para las constantes interacciones con Valencia, pero no era vehicular como en los otros lugares. Cabe destacar… “que se trata de la mención explícita conocida más antigua al uso popular del catalán en Aragón”.
La información más abundante y novedosa que aporta el arzobispo Hernando es la que afecta al aragonés, que según se colige de su explicación sería la lengua propia del pueblo de Aragón desde sus orígenes en tiempos remotos, mientras que los otros idiomas que se empleaban en el reino (catalán y castellano) eran producto de influjos exteriores. A lo largo del texto combina con una cierta arbitrariedad los términos “aragonés y montañés” como prácticamente sinónimos, evidenciando que se estaba refiriendo al idioma privativo del reino y no al castellano culto que se había introducido en sus elites a finales del siglo XV. El territorio propio del aragonés se extendería desde el río Aragón hasta las montañas de Sobrarbe y Ribagorza, y alcanzaba por el norte la frontera con Gascuña. En su extremo meridional se presenta una realidad más compleja. En las tierras del valle del Ebro, incluida la ciudad de Zaragoza, el arzobispo apreciaba una realidad idiomática marcada por un doble proceso. En primer lugar, el dialecto autóctono de la región se definía por la mezcolanza del «aragonés grosero de las montañas» con elementos tomados de Castilla y Cataluña como resultado de las interacciones sociales con esos países. En segundo lugar, Hernando de Aragón parece percibir el proceso de sustitución idiomática que estaba reemplazando esos dialectos híbridos aragoneses por el idioma castellano, que en aquel momento ya era utilizado por muchos. El contraste de los documentos medievales con las variedades castellanas —(eso sí plagadas de aragonesismos)— que se han utilizado en tiempos recientes en el valle del Ebro ha obligado a los investigadores a admitir que el habla popular hubo de abandonar un romance a favor del otro a lo largo del periodo moderno;sin embargo, los testimonios de la época lo ignoran completamente, un hecho comprensible si pensamos que eso desmentía a los intelectuales locales que afirmaban que la verdadera «lengua aragonesa» era el castellano empleado por ellos mismos. En definitiva, la interpretación más plausible de las parcas palabras del arzobispo es que él era consciente de la sustitución lingüística de aragonés por el castellano que por aquel entonces afectaba al sector central del reino, con su capital incluida. Él era consciente de que se utilizaban tres lenguas (aragonés, catalán y castellano), y percibía que el castellano en que escribía también se estaba imponiendo oralmente sobre las otras en amplias zonas del reino,todavía percibía la lengua aragonesa como el idioma diferente del castellano en que se habían redactado las compilaciones legislativas medievales. Sin embargo, el arzobispo ya asociaba el idioma autóctono al adjetivo “montañés”, síntoma inequívoco de su retroceso territorial y consideraba que tenía un carácter grosero , anticipándose así a la percepción negativa que del aragonés se generalizó en los autores del siglo XVII.

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