Los otros motines de la Litera

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A raíz de la publicación en la revista Littera, editada por el CELLIT, de un estudio sobre el motín ocurrido en Binéfar en octubre de 19161, parece conveniente remarcar que no se trató de un hecho aislado. Los literanos supieron protagonizar distintas acciones de protesta social en las postrimerías del siglo XIX y primeros años del XX, antes de que los partidos políticos y sindicatos de ideología obrera impusieran formas de protesta «modernas», propias de sociedades industrializadas.

La gran crisis agraria de finales de siglo, unida a la pertinaz sequía, sumieron a la comarca en un estado de miseria en que la principal reclamación fue la del trabajo. El Canal de Aragón y Cataluña, en el cual tantas esperanzas estaban puestas, catalizó gran parte de las protestas. Su construcción fue reclamada en decenas de reuniones y mítines organizados por propietarios y políticos, aunque algunos se convirtieron en auténticas manifestaciones de descontento popular.

Es el caso de la reunión realizada en Tamarite el 6 de mayo de 1896, a la que acudieron entre 4.000 y 5.000 personas, la mayoría de ellos braceros que reclamaron a gritos un trabajo que garantizara su subsistencia. Pocos meses después, en agosto, muchos de esos braceros estuvieron también presentes en el mitin de Binéfar, que contó con la presencia de más de 10.000 personas.

La construcción del Canal dio lugar también a las primeras huelgas que tuvieron lugar en la comarca. La primera de ellas, en San Esteban de Litera, donde en marzo de 1897 los obreros reclamaron más tiempo de descanso y que se les mantuviera el jornal, ante los rumores de que iba a ser reducido. Al mes siguiente y en el mismo municipio, obreros sin trabajo interrumpieron una reunión de alcaldes reclamando una ocupación. En Alcampell, durante enero de ese año, tuvo lugar una manifestación pacífica pidiendo que se les admitiera en las obras.

En 1905, este tipo de reivindicaciones fue frecuente. En enero, un grupo de unos mil obreros procedentes de Francia y Cataluña se presentó ante el alcalde de Tamarite en demanda de trabajo, reclamando ser admitidos todos o ninguno y que se comenzasen los trabajos de un nuevo sector del canal, donde todos tendrían cabida.

En Albelda se produjo un curioso motín que movilizó a los obreros en contra de las personas acomodadas, a las que culpaban de que no se les admitiera a trabajar en el canal. Se trató de un levantamiento un tanto violento —⁠el secretario de la localidad terminó herido con piedras y palos⁠— que acabó cuando las autoridades ayudaron a los obreros a escribir una instancia al Gobierno para que ampliase las obras. Hay que señalar que los manifestantes marcharon tumultuosamente a Tamarite para conferenciar con el ingeniero director de las obras, y obligaron a los mayores contribuyentes de Albelda a encabezar la marcha.

Precisamente los braceros que trabajaban en el tramo entre Albelda y Tamarite amenazaron, en abril de ese mismo año, con una huelga si no se admitía a cuantos se presentaban demandando trabajo. En agosto esos mismos obreros organizaron un motín por idénticos motivos, en el que también intervinieron mujeres y chicos, obligando a abandonar sus puestos a las criadas y a cerrar las tiendas.

Ni siquiera la brillante inauguración del canal por parte de Alfonso XIII estuvo libre de tensiones, pues una manifestación desde Tamarite compuesta por 2.000 obreros de la comarca pretendió llegar hasta el rey pidiendo «pan y trabajo», aprovechando la atención mediática, lo que causó un cierto espanto entre las autoridades provinciales, que finalmente lograron disuadirles a base de promesas.

Si la falta de trabajo era la preocupación primordial para la masa obrera, para los pequeños contribuyentes y comerciantes lo era la cada vez mayor presión fiscal.

En 1893 tuvo lugar en Tamarite un motín cuando la Agencia Ejecutiva de la Hacieda pretendió cobrar el triple del importe de las cédulas personales que no habían sido pagadas en el plazo voluntario, siendo la prudente actitud del alcalde la que evitó males mayores. Ese mismo año, las mujeres de Alcampell se amotinaron como protesta por el impuesto de consumos, y para hacerlas entrar, de forma pacífica y con procedimientos persuasivos «en costura y en cocina» —⁠tal como expresó textualmente El Diario de Huesca⁠— fue necesaria la presencia de quince parejas de la Guardia Civil.

En 1898 en Peralta de la Sal también tuvo lugar una manifestación por el cobro del recargo de las cédulas personales, y al año siguiente las tiendas de Tamarite cerraron de forma generalizada como protesta por los impuestos que el ministro Villaverde había implantado.

En 1906 la Benemérita tuvo que volver a actuar en Alcampell cuando el vecindario se amotinó pidiendo la supresión de la cobranza de los arbitrios municipales, y en 1916 tuvo lugar el citado motín de Binéfar, relacionado con los impuestos pero provocado por su cobro arbitrario e irregular por parte del Ayuntamiento.

En 1892 se suprimió el juzgado de primera instancia de Tamarite, lo que provocó no pocas protestas. Una de ellas tuvo también que ver con los tributos, pues el comercio de la villa se apresuró a pedir la rebaja de los impuestos directos e indirectos, con arreglo a la nueva categoría de la población.

Nuestros abuelos y bisabuelos, habitantes de una teóricamente tranquila zona rural, no eran pues tan conformistas como los imaginamos y supieron buscar, con motines y protestas, la respuesta a una situación desesperada. En la segunda década del siglo XX aparecieron en la comarca las primeras formaciones sindicales, y con ellas una forma de protesta más organizada que ya ha sido objeto de atención de los historiadores. Sin embargo también merecen conocerse estos motines, formas de expresión del descontento de nuestros mayores.


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