Tribuna d’opinió d’Emma Zafón a La Comarca sobre el CRA Algars

POR UNA EDUCACIÓN RURAL DE CALIDAD

Abandono por unos instantes mi rol de periodista para recuperar mi anterior profesión como docente, trabajo que desarrollé en el IES Peñagolosa de Castellón antes de incorporarme a la redacción de La COMARCA. Fue allí donde me di cuenta de la paupérrima situación de los centros de enseñanza y del escaso interés que despierta la educación pública entre la clase política. Desde la Transición, la formación de los jóvenes en este país se ha convertido en un asunto fácil de rentabilizar en las campañas electorales y cómodo de modificar a través de las diferentes leyes que nunca han tenido en cuenta a la comunidad educativa. LODE, LOGSE, LOCE y LOE se han sucedido sin pena ni gloria en la democracia. El resultado de tanto abandono endémico y vaivén legislativo es un sistema que suspende todos los informes PISA (los más importantes en calidad de la educación) y que acumula más de 11 millones de ciudadanos sin ningún tipo de calificación profesional.

Los agresivos recortes que se han aplicado para este curso académico no harán más que empeorar la situación. Casos como la supresión de dos maestros en el CRA Algars del Matarraña reabren un debate que pone en cuestión el verdadero interés que tienen nuestros representantes políticos por contar con una población formada adecuadamente. Ya no se trata de que los jóvenes del medio rural adquieran el documento del graduado escolar que les aleje de los elevados porcentajes (28%) del fracaso académico. Se trata de valorar una profesión, la de docente, y una actividad, la educativa, que va más allá de la simple enseñanza de derivadas y fechas históricas.

Nuestro modelo educativo es obsoleto en tanto que se concibe como un mecanismo para aprender a superar exámenes. Se basa en el sistema que triunfó tras la revolución industrial para que las fábricas pudieran obtener una mano de obra adaptada a las necesidades de producción y consumo. La educación pública sigue concibiéndose así, y prueba de ello es el menosprecio que suscitan las humanidades o los proyectos de innovación educativa. Sin embargo y para la mayoría de expertos, la creatividad y los conocimientos que se alejan del currículum obligatorio son los que de verdad contribuyen al desarrollo intelectual de los jóvenes. Es lo que el educador y escritor británico Ken Robinson definió como el sentimiento de ‘fully alive’ (plenamente vivo) que se registra en las personas cuando estimulamos nuestros sentidos a través de la estética del arte y las humanidades.

Según Robinson, que plasmó sus inquietudes en el documental ‘Changing paradigms’, educar a semejanza del tejido industrial sin tener en cuenta las necesidades de los alumnos provoca atontamiento y hastío que, en muchos casos, deben tratarse con medicación contra el síndrome de déficit de atención (TDH). Los alumnos son clasificados sin atender a sus inquietudes y constantemente obligados a memorizar datos que resultan poco atractivos, situaciones que provocan el suspenso del sistema formativo. Para invertir esta tendencia, es imprescindible que los gobernantes incrementen de manera eficiente las partidas presupuestarias para dotar de recursos personales y materiales a los colegios. Justo lo contrario de lo que se ha hecho en este país. Es cierto que desde los centros públicos se puede contribuir a mejorar la situación sin el respaldo de las administraciones, pero la falta de material y la conocida como ‘dictadura de los libros de texto’ limitan mucho la actividad en las aulas.

Si a esto le añadimos la reducción de docentes durante este año, la situación es insostenible.  Los maestros del medio urbano están viendo mermada su capacidad de atención a los alumnos por el incremento del ratio en las clases. Y los del medio rural no dan abasto impartiendo docencia a niños de diferentes franjas de edad, con todo lo que ello conlleva, como la elaboración de diferentes programaciones, unidades didácticas y sistemas de evaluación. Con este panorama, hay poco margen para que la comunidad educativa pueda ir más allá de lo establecido en el currículum e impulsar iniciativas que de verdad motiven a los estudiantes. Proyectos como el rodaje del cortometraje del CEIP Vicente Ferrer de Valderrobres podrían desaparecer del mapa formativo en los próximos años. La iniciativa fue premiada con el Palmira Pla, aunque el resultado más destacable es que decenas de alumnos de Primaria participaron en una nueva manera de aprender y trabajar en equipo.

Los colegios del Matarraña necesitan más docentes como el impulsor de esta iniciativa, Lorenzo Latorre, y no menos. Porque la materia prima existe y se está desperdiciando con rígidas condiciones que frenan la creatividad de los alumnos en el medio rural. Cretas y Beceite deberían recuperar los maestros perdidos e, incluso, exigir más recursos para exprimir al máximo las capacidades de los jóvenes de estos centros. No saldremos de este pozo sin creatividad, sin ganas de innovar y sin dar a la educación pública el valor que se merece.

 

 

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La Franja