Matarraña, tierra de frontera y revoluciones | Historiadeiberiavieja.com

Matarraña, tierra de frontera y revoluciones | Historiadeiberiavieja.com.

Última actualización 22/12/2013@15:15:02 GMT+1
El Matarraña es territorio íbero, como pronto descubre el visitante cuando se ve sorprendido una y otra vez por multitud de yacimientos relacionados con este pueblo prerromano. Sin embargo, la pequeña y a menudo desconocida comarca turolense fue también escenario de numerosos episodios apasionantes, entre ellos varias insurrecciones y conflictos bélicos de alcance internacional…
Texto y fotos: Javier García Blanco

Juan Cabré tenía sólo veinte años cuando realizó el descubrimiento que cambiaría su vida. El calendario marcaba 1902, y el joven se encontraba en su localidad natal, Calaceite (Teruel), cuyos parajes solía recorrer a menudo cuaderno en mano, con la intención de plasmar los bellos paisajes de la pintoresca población. Uno de sus rincones preferidos era el cerro de San Antonio, un promontorio a apenas un kilómetro del pueblo. Fue allí, precisamente, donde su intuición y su “olfato” de investigador le llevaron a iniciar una pequeña excavación en la ladera oeste del cerro, acompañado por otros dos amantes de la Historia: don Santiago Vidiella y don Julián Ejerique, a la sazón alcalde de Calaceite.

El modesto equipo arqueológico dio en la diana: en el subsuelo de aquella elevación se ocultaba un importantísimo poblado íbero con más de 2.400 años de antigüedad. No era el único tesoro del remoto pasado que esperaba a ser encontrado en la hermosa comarca del Matarraña. Cabré (ver recuadro) era estudiante de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y estaba dotado de gran talento; pero al mismo tiempo era un apasionado de la Historia. Un año después de sacar a la luz el poblado íbero de San Antonio, Cabré realizó otros hallazgos de gran importancia.

Por un lado descubrió la tumba de Les Ferreres (también en Calaceite), un enterramiento de tipo túmulo del siglo VI a.C., perteneciente un personaje de alto estatus, en cuyo interior se halló un ajuar compuesto por dos espadas, un peto militar, una coraza de bronce y un delicado thymaterion –candelabro– hoy conservado en el Museo Arqueológico Nacional. El segundo descubrimiento no fue menos trascendente. El joven turolense localizó unas llamativas pinturas en un abrigo del barranco de Calapatá (entre Cretas y Calaceite), en las que aparecían rudimentarias aunque hermosas figuras de ciervos y otros animales.

Aquella era una forma de arte prehistórico totalmente desconocido –el primer ejemplo de lo que denominamos arte rupestre levantino–, por lo que en poco tiempo la comarca se convirtió en uno de los lugares más importantes del continente a ojos de los arqueólogos españoles y europeos. Gracias al hallazgo de Cabré y otros similares que le siguieron, la comarca del Matarraña se convirtió en centro de peregrinación para investigadores de la talla del francés Henri Breuil o el alemán Hugo Obermaier.

Con sus hallazgos, Cabré atrajo a multitud de estudiosos que anhelaban sacar a la luz las huellas del que había sido uno de los periodos más destacados de la región: el de los íberos. Sin embargo, esta singular región ubicada al este de la provincia de Teruel fue también testigo de otros muchos episodios históricos de gran relevancia, desde la conquista cristiana frente a los musulmanes hasta los movimientos obreros y anarquistas que florecieron con fuerza antes de la Guerra Civil.

La denominación comarcal de las tierras del Matarraña como ente independiente dentro de la región del Bajo Aragón tiene orígenes muy recientes –de hecho se remonta al año 2002–, pero los dieciocho municipios que la conforman tienen un rico y común pasado a sus espaldas que se origina en épocas muy remotas.

A medio camino entre la costa del Levante y el valle del Ebro, las tierras del Matarraña han ejercido en no pocas ocasiones el papel de frontera entre diferentes zonas de la península, una circunstancia que ha influido también en el devenir de su historia.

Los primeros grupos humanos que dejaron su impronta fueron los cazadores-recolectores que habitaron estas tierras, cobijándose en los abrigos como el de la Roca dels Mors del barranco de Calapatá, donde Cabré descubrió las pinturas rupestres realizadas por estos primigenios habitantes del Matarraña. No fue el único testimonio de arte rupestre descubierto en aquellos años: en 1908, el abate Breuil, atraído por los hallazgos de Cabré, acudió a la comarca y él mismo descubrió pinturas similares en el cercano abrigo de Els Gascons.

Con los inicios de la época íbera (en los siglos VII-VI a.C.) aparecen ya evidencias arqueológicas más elaboradas de los primitivos pobladores, por ejemplo túmulos funerarios, muchos de ellos bien consolidados hoy en día, y visitables por el público. Este tipo de enterramientos consistía en la incineración del difunto, cuyas cenizas eran introducidas en una urna que se depositaba en una “caja” de piedras. Ésta se cubría después con tierra hasta adquirir la forma de túmulo. Algunos ejemplos notables –entre los muchos que se han documentado en la comarca–, son los de Pedrafita o los de La Clota, en Calaceite.

Algunos siglos más tarde, en el periodo Ibérico Pleno (a partir del siglo V a.C.) la manifestación más importante son los poblados, cuya abundancia en la zona indica que hubo un incremento de la población y un progreso de la calidad de vida. Además del poblado del Cerro de San Antonio –que a juzgar por sus dimensiones debió de jugar un papel principal en la región–, cerca de Calaceite se encuentran restos de otros poblados, como el de Tossal Redó, y en otras localidades de la comarca se han encontrado asimismo yacimientos como los de Els Castellans (Cretas), Torre Gachero (Valderrobres) o Mirablanc (Valjunquera).

A juzgar por la importancia y el número de hallazgos arqueológicos –muy superior al de otras épocas–, los historiadores han llegado a la conclusión de que la etapa íbera fue sin duda una de las más importantes de todas las que se desarrollaron en la comarca hasta el final de la Edad Media. En dicho periodo, habrían sido principalmente los ausetanos del Ebro –llamados así para diferenciarlos de otros ausetanos, ubicados en la provincia de Barcelona–, quienes ocuparon este “territorio-estado”, desarrollando una organización social bastante avanzada, dotada ya de alfabeto y monedas, y con ideas religiosas complejas, como muestra la iconografía de las estelas funerarias propias de esta época.

Social Widgets powered by AB-WebLog.com.

La Franja