Cómo casarse entre moteros y no morir en el intento – ABC.es

Cómo casarse entre moteros y no morir en el intento

De Alcañiz a Valderrobres, limusina blanca de siete metros y tufo a gasolina sobre el vestido blanco. Todo sea por el Gran Premio del terruño

Día 19/09/2010 – 10.31h
¡A quien se le ocurre casarse en el fin de semana del primer Gran Premio de Motociclismo en la historia de Alcañiz! ¿Y por qué no? La gran cita mundialista era el momento ideal para pasearse con el vestido de novia, con el coche que nunca volveré a tener y ante la mirada de decenas de miles de moteros que echaron el freno para presenciar el espectáculo. Ellos, que vienen de toda Europa sobre dos ruedas para ser la atracción de la fiesta popular, se toparon con una pareja de novios que les quitó el protagonismo. Montados en una limusina blanca de siete metros de longitud, no nos dijeron sus nombres porque no se bajaron del coche para satisfacer el cotilleo de los moteros y de las moteras. Solo se dignaron a saludar con la mano, como si fueran los nuevos Reyes del Bajo Aragón.
El auto de lujo rodó desde Alcañiz hasta el precioso Valderrobres, un pueblo de estilo gótico cuyo Palacio Arzobispal data del siglo XVI. Terminada la boda eclesiástica, ya casados, los tortolitos pasearon su palmito subidos en su cochazo. Disfrutaron de la belleza de este conjunto histórico artístico. Su paso por el viejo puente de cuatro siglos de edad, a bordo de un coche que casi rozaba las paredes estrechas del casco viejo, será inolvidable. Las motos les pitaban. La novia bajó por fin la ventanilla para saludar. Y los “fantasmas” de siempre quemaron rueda a lomos de sus máquinas. Dejaron un olor a aceite requemado que la nueva esposa notó que entraba en el coche, detenido ante la concentración de aficionados al motociclismo que impedían su paso por el pontón . ¡El vestido ya me huele a gasolina!. Ella, una mujer de pueblo, que vivía el día de su vida, se encontró con el tufo a coche barato perfumando su modelito.-
“¿Y cómo se le ocurre casarse este fin de semana, con la carretera llena de moteros?”, decía Carmen, una piloto con buenos hombros para sujetar su montura. “Muchos han anulado bodas para poder ir al gran premio”. Añadía. “Pues otros han querido casarse y vivir la boda rodeados de motos”, respondía Luisa, chiquitita pero matona sobre su Ducati. “¿No ves? Son la atracción”. Anoche, la parejita ya ganó su gran premio. Sin podio, ni himno. Pero con cava. La incógnita es: ¡Quién quedó primero?.

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