Pueblos pequeños « Lo finestró del Gràcia

Pueblos pequeños

(Article publicat a “La Comarca” d’Alcanyís avui dia 8 de febrer)

José Miguel Gràcia*

A poco que observemos los vecinos de los pequeños pueblos de nuestras comarcas, se puede dar cuenta uno de la gran cantidad de personas mayores, jubilados o no, que viven y trabajan en la agricultura, y en muchos casos lo hacen solos en la explotación familiar, puesto que sus hijos han estudiado alguna carrera universitaria o formación profesional y, como es lógico, viven y tienen sus trabajos en pueblos o en ciudades más o menos alejadas. Ante esta perspectiva no hace falta ser demasiado perspicaz para concluir que en un período de diez o quince años, una gran parte de explotaciones agrícolas quedaran abandonadas y los pinos y romeros se harán cargo de ellas.

Podría pensarse que debería surgir una nueva clase de agricultores con superficies de explotación mucho más grandes y más rentables, producto de la suma de las pequeñas. No digo yo que en algún caso no pueda suceder, pero solo en contadas ocasiones y en relación a las fincas más accesibles y de mejor calidad. El resto, como he dicho antes, se las comerá la maleza. La mayoría de los precios de los productos del campo son de una variabilidad imprevisible con una tendencia general a la baja año tras año, con contadísimas excepciones. Las subvenciones de la Unión Europea, así como las ayudas del Gobierno Central y de los autonómicos se van reduciendo progresivamente, y más ahora con la crisis. Los precios de los combustibles tienden a la alza espectacularmente. Los precios de la maquinaria agrícola suben menos, pero suben. Con tales perspectivas va a ser muy difícil en el futuro mantener las pequeñas explotaciones agrícolas. Solamente podrán subsistir las medianas y grandes con inversiones y costes de explotación racionalmente ajustados y, por lo tanto, rentables.

Va a ser, como digo, muy difícil en nuestros pequeños pueblos, prácticamente imposible, vivir exclusivamente de la agricultura. Ya lo es ahora.  Los jóvenes que decidan continuar la actividad de sus padres, deberán hacerlo abarcando otras posibles actividades que se puedan compaginar: deberán diversificar su explotación económica. Las explotaciones porcinas, que tanto auge han tenido en el pasado, necesitarán un replanteamiento en cuanto a sus instalaciones  que habrán de ser fáciles de llevar, racionalmente informatizadas, con buenas condiciones higiénico-sanitarias y respetuosas con el medio ambiente. El problema de los purines no es de fácil solución, mejor dicho, no es de barata solución. La normativa en este campo irá in crescendo.

A mi modo de ver, los productos agropecuarios que se obtengan en las explotaciones familiares no habrían de seguir el mismo camino de las grandes explotaciones, ni considerar exclusivamente la productividad en términos de cantidad. Por el contrario, habrían de especializarse, descubrir los aspectos diferenciales o crearlos si fuera menester. Ya sé que una sola explotación familiar no suele tener capacidad suficiente para actuar de esta forma —aunque también las haya y bien destacadas—, pero para eso deberían servir las cooperativas. Si éstas se dedican solo a la cantidad —la calidad en estos tiempos está generalizada por doquier—, se verán abocadas a competir con las grandes producciones y con oscilaciones de precios imprevisibles y manipulados la mayoría de las veces. Tristemente, el régimen cooperativo peca algunas veces de rigidez en cuanto a lo que demanda una gestión ágil i dinámica. La marca, la diferenciación, la imagen del producto, la venta directa o la cadena más corta entre el productor y el consumidor, el mantenimiento de la calidad y el servicio inmediato, entre otros, deberán ser imprescindibles.

Para un mantenimiento más o menos estable de nuestros pueblos no bastará con la

actividad agropecuaria, y así, habrá que complementarla, por ejemplo, con actividades relacionadas con el turismo rural de cierta calidad. No habrá que conformarse con los típicos alojamientos de las casas o apartamentos rurales, habrá que ofrecer productos gastronómicos, bien en servicios de restauración en las propias casas rurales o vendiendo directamente los productos, a poder ser elaborados en la localidad o en la comarca. Seguro que en cada localidad se pueden planificar ingeniosamente recorridos para contemplar las características propias del término municipal: senderismo de montaña, recorridos paisajísticos, rutas de las casetas y paredes de piedra seca, fuentes, pozos, etc.

No quisiera dejarme en el tintero un par de cosas fundamentales cuando se ofrecen servicios: el marketing, la calidad estable y la amabilidad en el trato personal.

Baste lo dicho como ejemplo. Las soluciones para el mantenimiento de los pequeños pueblos no vendrán de fuera y, además, poco a poco se irán agotando las subvenciones y las ayudas, por lo tanto, solamente las buenas ideas e iniciativas personales contarán en el futuro.

*Economista

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