Vadillo: El orgullo de ser think tank o la eficacia de ser la voz de su amo

De Emilio Casanova: El orgullo de ser think tank o la eficacia de ser la voz de su amo

El orgullo de ser think tank o la eficacia de ser la voz de su amo

 

No conocía a Humberto Vadillo. Hablé con una amiga que me anunció su nombramiento y también desconocía al señor en cuestión. Fue ir a internet y descubrir el mundo, su mundo.

Oí como pude una entrevista del ahora director general de cultura del Gobierno de Aragón y se me cayeron los ayes. El señor Vadillo es capaz de hablar de todo, no me cabe la menor duda, y de mixtificarlo todo. Aunque le falta más de un hervor para ser Federico Jiménez Losantos. Eso no lo arregla el tiempo, hay otros músculos.

Para don Humberto la cultura es mercado, quizá desde que el mono se puso gafas. No hay que ir más lejos pues lindaríamos con las marcas del creacionismo y eso no lo lleva bien el think tank. Solamente los siglos XIX y XX han procreado maldito subvencionismo. Los pintores, escultores, músicos, científicos, artistas, profesores todos de las épocas anteriores a Marx y sus secuaces brillaron por el mercado. La Capilla Sixtina, antes las pirámides y todo lo demás fueron obra de libérrimos emprendedores y otras empresas liberales que apostaron por la educación libre de los ciudadanos. Dioses y reyes eran trademarks, como todos sabemos… salvo Tuñón de Lara, ese rojo maricón. Hay más, pero la lista se le atragantaría a nuestro sutil y curtido intelectual.

Si las ideas de don Humberto Vadillo fueran obra de un anónimo ciudadano quedarían en eso que llamaríamos santa estulticia, que no sancta simplicitas. Lo terrible es que es la alegre muchachada liberal que clama por acabar con el estado, con la cosa pública, con la seguridad social, con los sindicatos (en eso pone especial ahínco) y los nefandos convenios colectivos. Con la fatal Francia de la atea revolución y su igualitarismo educativo. Nada peor que la enseñanza pública. Pero el think tank man con el culo en el asiento.

No tiene el señor Vadillo porte de Millán Astray. Le sobra un ojo y le falta sustancia a nuestro petulante intelectual, en eso sí emula al desafortunado personaje. Y le falta educación pública, que no privada de todo, a quien va a dirigir los designios de muchos ciudadanos presentes y futuros de la Comunidad.

Como Franco afirmaba, no hay que meterse en política. Con mandar es suficiente. Miguel Ángel Buonarroti triunfó en las galerías de arte de su época, como atestigua con elaborado conocimiento el neófito director general. Si fue titiritero o no solamente lo sabe Vadillo, a quien Dios guarde muchos años. Y a quienes le pusieron el silloncillo paraestatal.

Con la edad he ido conciliándome con intelectuales conservadores de los que he aprendido mucho, especialmente a ser menos maniqueísta; y voy gozando de la benévola gracia del saber regalado, entregado, público. No con el frenesí del think tank cuya sombra huele a libros rotos.

Y a pobreza. Moral, señor Vadillo. La otra ya está amortizada. Vd entiende.

Suyo, un titiritero. Y Cádiz en su sitio, como Unamuno.

Emilio Casanova Gil

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