Mas de las Matas, La Ginebrosa y Aguaviva, una amistad de 400 años

Mas de las Matas, La Ginebrosa y Aguaviva, una amistad de 400 años

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Los días 16 y 17 de agosto de 1611 marcaron un antes y un después en el devenir de buena parte del Bajo Aragón. Esos días hace 400 años, se firmó el pacto de La Concordia, un documento por el que Mas de Las Matas y Aguaviva se segregaron de La Ginebrosa. «Años antes los señores de la Encomienda de Castellote concedieron a La Ginebrosa su Carta Puebla por la que recibía el título de Villa y el derecho sobre muchas tierras de su entorno.

Entre ellas se incluían los castillos de Camarón y Buñol y pequeñas aldeas como la actual Aguaviva, o Florenza, como era conocida la ermita de Santa Flora del Mas». Esta historia se relató el sábado en Mas de Las Matas, donde se recreó el momento de la firma de La Concordia. El relato sigue. «Años después Florenza pasó a llamarse Villarpardo, que después se transformaría en el actual Mas de Las Matas. Con el tiempo estas aldeas fueron creciendo y exigiendo su independencia. Lo que condujo a una larga serie de conflictos a los que puso fin el Comendador de Castellote, Fray Lupercio de Arbizu, al mediar entre los tres pueblos».

Unidos 400 años después
Desde hace años Mas de las Matas conmemora el Regreso del Comendador. Cada edición se innova en la representación de diferentes episodios de la Historia y este año, La Concordia se ha llevado el protagonismo. Por primera vez han participado los tres pueblos juntos en la recreación, movidos y organizados por sus respectivas asociaciones culturales: Tarallola (La Ginebrosa); GEMA (Mas de las Matas) y Caliú (Aguaviva). Todos los actores han sido los vecinos de los tres municipios no profesionales.

A las cinco y media de la tarde del sábado apareció el Comendador por la calle del Molino montado en su carruaje. Le esperaban las catorce cofradías, los dulzaineros y las infantes que le ofrecieron un baile de cortesía. Rodeado de su séquito se dirigió a la plaza del Ayuntamiento. Allí, se escenificó el momento en el que La Ginebrosa, Aguaviva y Mas de las Matas, firmaron su separación por los siglos de los siglos.

Fue una negociación dura entre el Comendador y los Justicias y Merinos de las tres villas pero al final, todos cedieron. «Fue muy duro pero finalmente, todos amigos. 400 años después nos seguimos llevando muy bien», dijo el Justicia de La Ginebrosa, Carlos Antolín. «Creo que para nosotros no fue muy bien entonces porque perdimos mucho pero hay que ceder y, como dice el compañero, 400 años después somos amigos y espero que el año que viene participemos y que cada vez nos llevemos mejor», apuntó el Merino, Paulino Agud, quien deleitó con unas jotas escritas y cantadas por él en referencia a La Concordia.

Como en todo, hay detractores y ‘el ciego’ se dedicó a recorrer todo el pueblo con sus Lazarillos recitando. «Ya llega el Comendador, con su gran fastuosidad. Dicen que esta vez viene para poner aquí paz. Le acompañan los Merinos, los Justicias y demás. Llevan sus tripas bien llenas, les dicen a sus lacayos que para los pobres no hay pan. No os fiéis de tantos nobles». El recital del trovador fue uno de los más esperados porque a los versos se une el buen hacer de El Torres, el vecino que ha dado vida al ciego. «Siempre ha habido gente contraria y este personaje realmente existió», dijo. Tras la firma, el Comendador tomó posesión de la iglesia de San Juan Bautista antes de recorrer cada uno de los puestos que los masinos sacaron a las calles en el Mercado del Siglo de Oro. Sólo estuvo dos días en Mas de las Matas y el domingo a mediodía partió. Fue despedido con una cena en la noche del sábado y un espectáculo de los Correfuegos de Castelserás antes de que la Coral Alcorisana tomara el relevo en la mañana del domingo. Se le rindió el último honor con una misa cantada en latín y también al actor que le ha dado vida, Carlos Almunia, que anunció su retirada de una representación en la que está desde los inicios. El Regreso del Comendador es un acto importante, tanto que la comitiva estrenó nuevos reclinatorios donativo de Carlos Hernández que quiso que se estrenaran en tales circunstancias. Además, se recaudaron más de 30.000 euros para la restauración de la ermita de Santa Flora.

* Más información en la edición impresa.

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La Franja