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Viajar por el Matarraña (1)

De acuerdo con que hay que recortar, pero que no nos quiten ese pequeño desahogo que significa salir de casa, hacer al menos un viaje de fin de semana cuando se puede. Recortemos el mapa y viajemos por Aragón, que está a la vuelta de la esquina. Desconocemos muchas de las maravillas de esta tierra. No voy a ponderar el Pirineo, que quién más, quién menos se lo sabe y lo ha disfrutado. Aunque seguro que quedan enclaves todavía por descubrir.

Existen otras zonas y comarcas en Aragón que tal vez por estar más alejadas son menos conocidas. Una de ellas es el valle del Matarraña, al que ahora me refiero. Hasta hace poco tiempo, y atendiendo a las estadísticas, era un territorio apenas conocido por los zaragozanos. Y no digamos por los ejeanos, los oscenses, los jacetanos y los bilbilitanos, por citar tan sólo algunas de las principales tribus que pueblan este antiguo reino. Tampoco los turolenses capitalinos lo conocen demasiado -sigo refugiándome en las estadísticas- a pesar de que la mayor parte del valle está en su circunscripción provincial. Pero claro, la ruta hasta allí es dificultosa, con tres puertos de montaña y un trazado sinuoso que ha mejorado un poco en las dos últimas décadas.

Situándonos en Zaragoza capital, donde reside la mitad de la población aragonesa, hemos de decir que el Matarraña está casi al alcance de la mano porque se ha facilitado mucho el camino a nuestros pies. Todavía no se ha conseguido el desdoblamiento de la calzada hasta Alcañiz por lo menos, cosa que llegará, aunque siga siendo más urgente y saludable desdoblar los tramos aragoneses de la N-232 y de la N-II; saludable porque se evitarían varias muertes al año.

Pero no hablemos de muerte sino de vida, la que puede disfrutarse en el valle del Matarraña ahora que desde Zaragoza se ha facilitado enormemente el acceso. Hace tiempo se construyó la variante de El Burgo, poco después la de Fuentes de Ebro y finalmente la de Alcañiz. Evitarse el trago de cruzar obligatoriamente la ciudad de los Calatravos sin más resultado que el agobio por el frecuente tapón circulatorio, es un alivio para los viajeros. También lo es para los propios alcañizanos, que bastante tienen con soportar su propia congestión rodada.

Finalmente hemos llegado al Matarraña. ¿Qué hacer? ¿Dónde ir? ¿Qué ver? ¿Dónde comer? ¿Dónde dormir? Hay respuestas para todos los gustos. Desde bosques umbrosos, parajes y paisajes espectaculares, ríos cristalinos y tierras feraces, hasta monumentos espectaculares, tanto civiles como religiosos, tanto públicos como privados, pasando por museos, exposiciones, centros de interpretación y un sinfín de alicientes cuya enumeración llenaría varias páginas. Hay posibilidades dinámicas y estáticas a elección: desde el senderismo hasta la simple conciencia del bienestar contemplativo.

Habrá que seguir deletreando este territorio prodigioso, pero por hoy baste con invitar al lector que disponga de Internet – cada día más, volviendo a la estadística- a que visite la web de la comarca y otras afines escribiendo la mágica palabra ‘Matarraña’ en cualquier buscador; aparecerán a la vista varias páginas informativas que, hoy por hoy, no corren peligro de ser clausuradas por ninguna ley antipiratería.

Autor: Francisco Javier Aguirre, escritor.

 

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