La Fresneda, en el corazón del Matarraña. JESÚS ÁVILA GRANADOS.

Publicat a ESCUELA 47, 20 de septiembre de 2012 cultura Núm. 3.954 (1.263)

La Fresneda, en el corazón del Matarraña

JESÚS ÁVILA GRANADOS

La Fresneda se encuentra a solo 9 km al NO de Valderrobres (Teruel). La primera impresión que despierta en el viajero, tal como se le descubre desde la lejanía, es la de un pueblo que dormita una larga historia, acurrucado sobre la ladera meridional de una montaña en forma de mesa. Las casas, cubiertas con tejado árabe, confi guran un entramado urbano que ahonda sus raíces en los siglos medievales, como ausentes de un patrimonio cultural y humano que fl ota en el mágico aire de esta población, a caballo entre el mito y la historia. La Fresneda es un pueblo de calles tortuosas que suben en acusada pendiente. En la plaza del Sanctus, junto a la ermita de la Virgen del Pilar, iniciamos nuestra andadura urbana por este pueblo. Después de dejar atrás el edifi cio de la Encomienda, en donde tenía su sede el maestre del Temple, primero, y de los calatravos, después, y de admirar la picota con fuste de piedra esculpido en forma de escamas de pez, no tardará en entrar en la rúa principal, a nuestro juicio la más armoniosa de las calles medievales de nuestro país. De esta porticada rúa nacen estrechos y profundos pasadizos que sumergen al viajero en el embrujo medieval; en el inicio de algunas de estas callejas verán colgadas de los techos las escaleras de madera que, cada año por temporada, utilizan de forma comunal los campesinos locales en tiempos de vendimia o de las recolecciones de aceitunas. Las callejas que se abren a nuestra derecha formaban parte del call (barrio judío) de la villa medieval; sus habitantes, afamados artesanos orfebres, médicos y banqueros, formaron una comunidad activa, así como la hispano-musulmana, situada en el extremo oriental y a extramuros del recinto amurallado, dedicada a las labores agrícolas. Los tres colectivos sociales de La Fresneda convivieron en plena armonía durante mucho tiempo, bajo la atenta mirada de los templarios; precisamente el nombre de la población rinde culto al fresno, el árbol sagrado de estos caballeros. La Ofi cina de Turismo aprovecha parte de los antiguos calabozos, cuyas mazmorras también pueden visitarse; en estas terribles estancias aún se conservan los huecos del alzapón, al través de los cuales se arrojaba a los presos condenados a una muerte inmisericorde a los abandonados a su suerte. Al lado mismo de las cárceles se alza el Ayuntamiento, joya del Renacimiento civil, del siglo XVI, en cuyos soportales se celebraban las ferias y mercados locales. Este singular edifi cio, fi elmente reproducido en el Pueblo Español de Barcelona, desde la Exposición Universal de 1929, fue incoado Bien de Interés Cultural en 1982; en su interior se ambientaron sobrecogedoras escenas de la película Libertarias. La rúa tiene la particularidad de contar con un banco corrido de piedra, que facilitaba las tertulias de media tarde a los vecinos. Por la noche, unas luces en forma de antorcha, como fuegos, iluminan la magia de esta calle que nos traslada de lleno al mundo medieval. Al fi nal de la misma, junto al arco de Xifré, se abre una calle que sube en empinada pendiente hacia el interior del sector más elevado del casco antiguo de La Fresneda. La iglesia parroquial, dedicada a San Bartolomé, es del siglo XIII; vale la pena visitar su interior; en una capillita se velaba a difuntos, y un ventanal en forma de rosetón –pentaclion– se abría tras el fallecimiento de una persona, permitiendo la salida al exterior de su alma; una tradición templaria de raíces celtas. A un nivel superior de la iglesia, verá un torreón y restos del conjunto amurallado del castillo de La Fresneda, mandado destruir e incendiar por el general Ramón Cabrera, durante la primera guerra carlista, contienda que dejó muchas heridas en esta comarca. Y ya no queda mucho para alcanzar el sector más elevado de la colina, mientras va dejando atrás los tejados árabes de las casas. De golpe se encontrará con el inicio de un calvario, cuyas estaciones del vía crucis están marcadas en capillitas rupestres abiertas en la roca de la montaña. El sendero, jalonado de viejos cipreses, le llevará hacia un viaje singular que le permitirá alcanzar otra dimensión; porque la colina de Santa Bárbara fue, desde las culturas prehistóricas, un altar sagrado; en esta plataforma rocosa, investigadores como Amador Rebullida y Miguel Giribets descubrieron el cambio social de las civilizaciones matriarcales y patriarcales, como lo confi rma un ídolo celosamente conservado. La iglesia de Santa Bárbara recuerda que allí arriba había que estar protegido contra la furia de los elementos naturales; el templo, con planta octogonal, pide una urgente restauración; toda esta altiplanicie fue el epicentro de un centro de adoración a las divinidades desde la Edad del Bronce. Innumerables elementos confi rman la sacralidad de este lugar: entre los cuales, una losa de piedra grabada con la forma del útero materno; a pocos metros, el desarrollo de una espiral doble; en la ladera meridional, una extraña gruta, y la presencia de innumerables cazoletas grabadas en la roca caliza. Esta montaña en forma de altar natural sigue atrayendo a numerosas personas el 21 de junio, para el solsticio de verano, porque en ella se concentra el resplandor del primer rayo de la aurora, confi gurando un espléndido triángulo, cuyos extremos se prolongan hasta las poblaciones de Horta de Sant Joan (Terra Alta) y Calaceite (Teruel). Desde arriba podrá admirar la más impresionante imagen del corazón geográfi co del Matarraña, con el sinuoso curso del río que da nombre a la comarca, escondido entre árboles de ribera y la villa de Torre del Compte; abajo, como una alfombra, un espléndido paisaje mediterráneo formado por pinos, olivos, almendros y amapolas, que mecen sus fl ores al viento entre los trigales. La Fresneda fue declarada Conjunto Histórico-Artístico y Bien de Interés Cultural el 21 de septiembre de 1983. Pero no se marche de esta población sin haber visitado el pozo-fuente situado bajo los jardines de “El Convent”, en cuyo nacedero de aguas ofi ciaban sus ritos los templarios. En el santuario de la Virgen de Gracia, a solo 4 km al oeste del pueblo, según la tradición, se produjeron numerosos milagros. Frente a la picota, se encuentra el callejón llamado de “La Fantasma”, que la tradición popular aconseja que sea recorrido de noche y con luna llena, para no verse sorprendido por el alma de alguien que allí vivió hace muchos años; se trata del espíritu de una mujer que juró vengar la muerte de su esposo… LA JUDERÍA La Fresneda, al igual que Mazaleón, al norte de la comarca del Matarraña, pertenecieron a la collecta o demarcación fi scal de Alcañiz, a fi nales del siglo XIV, conjuntamente con Castellote (Maestrazgo turolense); las tres villas formaron parte de la legendaria “Ruta del Talmud”, dentro del itinerario Judaico del Sefarad aragonés, cuyos estudios rabínicos estaban agrupados en torno a la cofradía Talmud-Torah.

DE INTERÉS:
Ayuntamiento de La Fresneda: Plaza Mayor, 2; 44596
(Teruel). Tel: 978 854 000; lafresnedaweb@terra.es.
Comarca del Matarraña. Avda. Cortes de Aragón, 7;
44580 VALDERROBRES (Teruel). Tel: 978 890 102; Web:
www.comarcamatarranya.com.
Para alojarse: Hotel “El Convent”; c/ El Convent, 1; 44596
LA FRESNEDA. Tel: 978 854 850; hotel@hotelelconvent.com.
¿Qué comprar? En La Fresneda se elaboran los mejores
dulces tradiciones de la comarca del Matarraña; entre cuyas
especialidades están las casquetas, el brazo gitano, las cocas de
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miel, los almendrados, etc.; dulces que podrá adquirir en el
Horno Dilla (tel: 978 854 031), o en el Forn de la Vila, que
era el horno comunitario de la población desde los tiempos
medievales (tel: 978 854 525). Para comer, aconsejamos los
fogones del Restaurant Matarranya (tel: 978 854 503).
¿Cómo llegar? Desde Madrid, a Zaragoza, y luego tomar
la N-232, en dirección a Alcañiz; luego, la N-420, en dirección
a Gandesa, y en El Pinar, la A-231, dirección a Valderrobres, y
que pasa por La Fresneda.
¿Qué leer?: Matarraña insólito (Lugares mágicos en una
comarca al fi lo del tiempo), de J. Ávila Granados; Viena.

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