103 años de recuerdos matarrañenses

103 años de recuerdos matarrañenses.

 

Paseando por el pueblo; viendo la tele; atendiendo a las visitas y disfrutando de su familia. Es el retiro dorado de Filomena Ortiz Corbí, una fresnedina de 103 años. Toda una merecida jubilación que, desde el fallecimiento de su esposo en el año 2000, vive a caballo entre La Fresneda y Valderrobres, donde se han establecido sus hijos. A pesar de la tranquilidad de la que ahora goza, ha tenido una vida muy dura trabajando en el campo desde que tenía 15 años y hasta que el cuerpo aguantó. Siempre en su Fresneda natal, en una cuadrilla formada por mujeres que ayudaba a los hombres de la localidad. O también cuidando a los animales de la familia. «Y al oscurecer, a casa».
103 años dan para mucho. Y uno de sus recuerdos más añorados es para doña Trinidad, la maestra del pueblo. «Había más de cien niñas en la clase, que se desarrollaba en la planta alta del Ayuntamiento. Con ella aprendimos a leer y escribir. La queríamos mucho».

 
También recuerda con cariño cómo comenzó a salir con su marido Manuel Mata Ferrer. «Era del pueblo, y como nos conocíamos todos pasábamos las fiestas juntos; hasta que surgió el amor». Esas fiestas eran muy diferentes a las actuales. «Venía un hombre con una gaita y un tambor; tocaba y todos contentos, bailando». La danza era algo muy recurrente en la época, puesto que los domingos ponían en marcha una vieja gramola en un salón que había en la localidad».

 

Pero también ha habido momentos complicados, como el estallido de la Guerra Civil. «Cuando venían los soldados tuvimos que retirarnos a una caseta que teníamos en el huerto. Desde allí cruzamos el río a pie para dirigirnos al Mas del Pino, en Torre del Compte». Allí se quedaron algunos días hasta que todo se tranquilizó y pudieron volver al pueblo, donde se habían quedado sus abuelos. A la vuelta, La Fresneda estaba tomada por los soldados, y muchas casas habían sido registradas. Su familia pudo seguir adelante gracias a los animales que tenían en el huerto. En cuanto a su marido, fue llamado a las filas para servir en Cartagena. Pero pudo volver para reorganizar sus vidas. No tuvo tanta fortuna uno de sus hermanos. «Fue terrible; muy pocas casas se libraron de perder a algún miembro», señaló con tristeza en la casa de su hija Teresa Mata, en Valderrobres.

La vida ha cambiado mucho a lo largo de este siglo. La suciedad en las calles y las casas; los baños en el río y limpiar a mano la ropa en los lavaderos; aliviarse en las comunas; los almuerzos campestres durante el trabajo. «Es como la noche y el día», asegura Filomena con conocimiento de causa.

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La Franja