¿Estamos preparados los aragoneses para la Ley de Lenguas?

¿Estamos preparados los aragoneses para la Ley de Lenguas?

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Francho NAGORE LAÍN. (Profesor de Filología Aragonesa en la Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación, Universidad de Zaragoza / Campus de Huesca)

16/12/2009


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Se prodigan en los periódicos escritos sobre las lenguas propias de Aragón. La impresión que causan, con excepciones, es deprimente. Bastantes reflejan ausencia total de criterios científicos en lo referente a la denominación de la lengua hablada en la zona oriental de Aragón, que, de acuerdo con los conocimientos actuales de la Filología Románica, es catalán, y más en concreto, desde el punto de vista de la adscripción dialectal, catalán noroccidental. No debería existir problema en llamarla por su nombre: catalán (o catalán de Aragón, para hacer notar que nos referimos específicamente al hablado en esta tierra).

Hay también opiniones que ponen en tela de juicio la existencia, e incluso la necesidad, de una variedad literaria común, de carácter culto y supradialectal, tanto para el aragonés como para el catalán de Aragón. Es un hecho reconocido por la Lingüística que todas las lenguas históricas poseen variedades internas, debidas a factores geográficos, sociales, estilísticos, etc. Naturalmente, no hablan igual dos personas que pertenecen a comunidades distantes en el espacio. Ni el catalán de Aragón ni el aragonés son ajenos a esa variabilidad interna. Por eso, el reconocimiento de una lengua, se hace en referencia a su conjunto y no solamente a alguna de sus variedades, como parece de sentido común. Ese reconocimiento no va en contra de ninguna de sus variedades internas, sino que defiende, protege y promueve a todas.

Pero al mismo tiempo los hablantes de una lengua tienen una base común –más o menos amplia– y unas convenciones generales. Sobre ellas, las lenguas que aspiran al uso escrito para la transmisión de cultura y conocimiento, suelen desarrollar una variedad literaria común, de carácter supralocal, que si se difunde de forma generalizada se denomina “estándar”. Dado que es de empleo sobre todo escrito requiere una ortografía común, primer paso en su constitución, que es lo más convencional y externo de cualquier lengua y tiene carácter instrumental e identificativo. Tanto el catalán como el aragonés modernos disponen de una ortografía propia, consolidada y de uso prácticamente generalizado. Por lo que respecta al catalán, la ortografía actual se establece y adopta entre 1911 y 1932. Por lo que toca al aragonés, entre 1974 y 1987.

Resulta desalentador comprobar que hay aragoneses que ignoran cómo se llama la lengua que hablan; que dudan si pueden ser aragoneses quienes hablan las lenguas propias de Aragón –es decir, aragonés y catalán– y que en cambio no se cuestionan, curiosamente, si pueden ser aragoneses quienes hablan castellano; que creen contra toda lógica que la variedad común del aragonés o del catalán puede ir en detrimento de las variedades locales de estas lenguas (y en cambio, no parece preocuparles la glotofagia producida por el español); que desconocen que tanto el catalán como el aragonés disponen de una variedad de lengua común escrita; que ignoran que estas lenguas tienen una ortografía consolidada desde hace varios lustros; que hasta desconocen la literatura producida, tanto en aragonés como en catalán, en los últimos decenios, en la que se va desarrollando un modelo de lengua literaria cada vez más rica y perfeccionada.

Cabe dudar, pues, de que los aragoneses estemos preparados para la Ley de Lenguas. Parte de la responsabilidad es del Gobierno de Aragón, que debería haber emprendido una campaña didáctica que preparara a los aragoneses para la recepción y el desarrollo de la Ley de Lenguas, desterrando prejuicios y errores, eliminando dudas, desenmascarando fantasmas, y sobre todo creando actitudes positivas.

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